«La Grilla en Rosa» de Fabio (versión a la que no se le nota)
En aquellos gloriosos tiempos en que las cosas se decían sin que saliera algún estúpido de la generación de cristal a decirse ofendido, había un comercial de ropa interior femenina que tenía la frase que usé parafraseada en el título de esta columneja hocicona y sin medida, frasecita que por un tiempo se hizo muy popular en los 70s.
A la Doña Beatriz del comercial se le marcaban gacho los calzones debajo del pantalón, y una chiquilla observadora y chismosa con vocación de Paty Chapoy le soltaba un «¡Ay, Doña Beatriz, cómo se le nota!» en referencia a las tarzaneras de la mujer, por lo que le recomendaban que usara los chones de la marca en promoción, para evitar que los resortes de la ropa interior se le marcaran.
En el caso de hoy, estaría carambas decirle a eso a Teatriz Paredes porque sus huipiles con trabajos dejan fuera manos y cabeza, pero sus intensiones de joder a Xóchitl Gálvez no bajándose de una buena vez de una competencia en la que no es la favorita, vaya que se le notan.
Hasta la huipiliza que Betty la Fea suele portar con garbo de una carpa cirquera denota que hay un pacto poco confesable de parte de la campeona de Alito Moreno, pues últimamente le ha dado por usarlos color guinda, el mismo de la secta. Y más sospechoso aún: no la atacan ni las mascotas ni su domador, el bocón macuspano.
No sea Xóchitl, porque el mesías le inventa que se come los mocos con salsa Valentina, y enseguida la red AMLO va y replica las tonterías del Iluminado. Pero de Dona Teatriz (actriz de esta trama chafa cual novela de Televisa), no ha dicho ni pío. Hay silencios estruendosos.
No faltan los que le echan porras a la dinosauria: nos dicen, como si eso fuera algo indispensable para gobernar, que es muy buena oradora. ¿Y?, diría Lucerito. Tenemos un bruto que no para de proferir tarugadas y eso no ha resuelto absolutamente nada, excepto su condición de muerto de hambre que llegando al poder ha enriquecido a sus hijos, sus familia cercana, sus amigos y sus patrones del narco, mientras esconde en algún lado indetectable su mochada, pues su labor de destrucción del país no es de gratis.
Nos dicen que Dona Teatriz tiene una larga carrera política, con mucha experiencia. ¿Y?, dice Lucerito otra vez. En mis años en este mundo, que pese a lo lozano de mi carita ya son muchos, la recuerdo de dirigente del PRI, de legisladora del PRI, de gobernadora priísta de Tlaxcala, y en ningún lado la recuerdo por alguna iniciativa a o hecho tan importante que haya trascendido al tiempo y se rememore hasta estos días.
Pa’ rápido: su carrera en la política ha sido como el agua de chía: espesa, babosa y fría.
Y esa es la gran mujerona que quieren imponer como contrincante de Xóchitl Gálvez, que se la lleva gacho en todos los renglones posibles, aunque empatan en lo feo que se visten.
Hay que tener cuidado con Doña Teatriz y los intereses a los que sirve, que vaya que se le notan.
4TITUCIÓN A LA TARASCA
En un eventote que ya hubieran querido Los Bukis para cantar «Mi Yaquecita», el gobernador de este lado del mundo presumió la manera que tiene de acarrear borregada para echarle porras y darse todo un baño de pueblo en alberca olímpica, y todo para presentar algo que llama Plan Morelos.
Si algo entendí del BedollaFest -algo improbable-, el tal plan se trata de elevar a grado de constitución estatal todas las burradas del mesías macuspano, pues para su porra de acá, instalada en el gobierno estatal, son la mismísima onda y merecen ser la ley que rijan a Michoacán.
Pregúntome con ansia si acaso se elevarán a rango constitucional el chiqueo a los narcos, la falta de medicinas y tratamientos, los sobres amarillos, el enriquecimiento ilícito de toda la raza que está del lado correcto de la historieta, las obras costosísimas e inútiles, la política exterior que apoya dictadores y se hace pipí en los pies de nuestro principal socio comercial, la misoginia, las agresiones a periodistas y medios, la negación de la realidad del fracaso, libros de texto gratuitos hechos y pensados con las patas ideológicas y una larga plétora de cosas más.
Ay, cómo es cruel la incertidumbre…
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