El huracán que no pasó y los damnificados que no existen
«La Grilla en Rosa» de Fabio (versión que no desaparece por decreto)
Verdad estilo Pejehová: el huracán «Otis» no sucedió, los damnificados ya no lo son, Acapulco está de pocas y no hay ninguna emergencia que atender. El único paciente grave que dejó «Otis», la imagen del mesías, ya lo están mejorando con terapia intensiva de cuentas alegres.
Todo, por decreto, ha llegado a feliz término. Yupi, yupi; viva, viva. Así nomás: la Descoordinación de Protección Civil, que atinadamente dirige una fanática de la secta que nada sabe de la materia porque es historiadora de profesión, decidió que, en atención a los deseos de desaparición de la desgracia de Acapulco que le urge al Iluminado, la emergencia ya se acabó.
Mascotas, canten conmigo: Viva el mesías, vivan mentiras, si no lo adoras, ¿a qué le tiras?
No es lo único desaparecido: los recursos de reconstrucción también fueron mandados a una dimensión paralela, porque en esta no destinaron nada a Guerrero y a Acapulco. Los damnificados viven en una tierra de leche y miel donde la Morena, digo, la Marina, y el Pejército reparten la ayuda sin estorbar y dejan que los ciudadanos ayuden a los porteños en desgracia.
Los muertos no existen, pues la cifra se «reduce» a menos de cincuenta, bendita sea Santa Apapucia. ¿Se nota la suerte que tuvo el país? Y esos que se murieron fueron malos mexicanos aspiracionistas que buscaban manchar la impoluta imagen del Faro de toda Ignorancia.
El propio mesías contribuye al show haciendo su famoso acto de «Ni me ves, ni me oyes», en el que echa litros y litros de baba -con todo su apoyo moral, que ya se sabe no vale nada- en vez de pararse por una mugre vez en una zona de desastre y ver a la cara a la gente que abandonó ante el huracán. Es mejor presumir la negligencia criminal desde su atril del circo tempranero, como hizo apenas antier.
El que hizo cuanto teatro fue posible montar para engañar incautos andando en sus campañas eternas y financiadas por el narco, que se daba zambullidas de pueblo y echaba sus choros bajo la lluvia, ahora no va a las zonas devastadas porque si se moja los pies le da moquillo y se pone malito.
No sé si sea enfermedad, pero resultó también hipersensible a las merecidísimas mentadas que se ha ganado a pulso, y por eso evita a toda costa a los damnificados, que además de empobrecidos son costeños, y sueltan floridos rosarios de improperios a quien, como el mesías, los ha ofendido mucho más allá de lo tolerable.
Si el mesías hablara como la gente de a pie, escucharía lo que me dijo un chofer de la línea Flecha Amarilla apenas antier: el puerto quedó en ruinas, tanto en la zona turística como en la periferia. La desgracia fue democrática, pues destruyó colonias ricas y pobres; el puerto apesta a muerto, pues hay miles de cuerpos descomponiéndose entre los escombros; el crimen organizado secuestra los camiones de ayuda humanitaria y vende los paquetes con despensas en quinientos pesos a los damnificados, todo ello ante la complaciente e inútil vista de la Morena, digo, marina, y el Pejército.
Son testimonios sin maquillar de los videos que se envían entre choferes, y que los que atienden a los damnificados en sus unidades sin cobrar el pasaje mandan a sus compañeros del resto del país.
Ah, pero en Navidad va a llegar Santa Clós con la recuperación económica acapulqueña y con raudales de turismo. Palabra de mesías.
Pero, ¿a dónde va a llegar esa recuperación? Acapulco está bien, no hay muertos ni damnificados, como tampoco hay emergencia. Todo fue una disfunción en la Matrix que nos hizo imaginar un huracán de peligrosidad 5 que destruyó Acapulco y 47 municipios, y a un gobierno que los dejó a su suerte antes y después.
Como no pasó nada, por eso urge que deje de ser noticia.
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