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Presión latinoamericana promovió relaciones Cuba-EU

América Latina y el Caribe desempeñaron un valioso papel en el camino que condujo al histórico restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos tras más de 50 años de ruptura.

La posición latinoamericana y caribeña que llevó a Washington a aceptar la necesidad de lograr ese objetivo fue reconocida de manera pública por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el canciller de Cuba, Bruno Rodríguez.
Ambos titulares hicieron énfasis en el empuje brindado por los países de la región a favor de la reanudación de los vínculos bilaterales, rotos por Estados Unidos en 1961.
El jefe de la diplomacia norteamericana subrayó la persistencia de esa región ante la Casa Blanca a favor de la restauración de los lazos con la mayor de las Antillas.
«Deseo agradecer a nuestros amigos del continente que nos instaron muchas veces durante décadas para que normalizáramos (las relaciones con Cuba) y ahora han acogido con beneplácito nuestra decisión de hacerlo», apuntó Kerry.
Por su parte, Rodríguez destacó el apoyo solidario de América Latina y el Caribe, de la inmensa mayoría de los países del mundo y de muchos estadounidenses y cubanos patriotas residentes en tierra norteamericana que persistieron durante años en sus esfuerzos para que Cuba y Estados Unidos tuvieran una mejor relación.
La exigencia se hizo patente en 2005 dentro del mecanismo de las Cumbres de las Américas que sostuvo sus primeras seis reuniones sin la participación cubana.
La demanda alcanzó también a la Organización de Estados Americanos (OEA) en 2009, cuando las presiones de los países del área condujeron al levantamiento de las sanciones impuestas a la isla caribeña a principios de la década de 1960.
En la quinta reunión hemisférica (Trinidad y Tobago-2009), los jefes de Estado de Argentina y Nicaragua y el entonces primer ministro anfitrión encabezaron un creciente reclamo por la participación de Cuba en los foros continentales.
Esa postura estuvo antecedida por la decisión del jefe de Estado ecuatoriano, Rafael Correa, de no volver a asistir a ninguna Cumbre de las Américas «hasta que se tomen las decisiones que la Patria Grande nos exige (la asistencia de Cuba)».
Ante esa indetenible tendencia, el presidente norteamericano, Barack Obama, indicó que su gobierno aspiraba a «un nuevo comienzo con Cuba», para lo cual «habrá que recorrer un largo camino», aunque «se pueden dar unos pasos decisivos hacia ese nuevo día».
«Podemos encaminar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en una nueva dirección», precisó entonces.
En ese momento los apremios a favor de Cuba habían obligado a la OEA a dejar sin efecto la vetusta resolución que en 1962 separó a la isla de esa organización, «reconociendo el interés compartido en la plena participación de todos los Estados miembros».
Se trató de un acuerdo trascendente por el valor que otorgó a la postura cubana de más de 50 años de rechazo a lo que denomina un ministerio de colonias de Estados Unidos y a su determinación de no regresar a esa institución. La exigencia de la presencia de Cuba en las citas continentales resultó aplastante en 2012 (Cartagena de Indias, Colombia), con enérgicos pronunciamientos de los primeros ministros de Antigua y Barbuda, Jamaica, Saint Kitts y Nevis y Santa Lucía.
A esos países del Caribe anglófono se sumaron, entre otros, los presidentes de Paraguay, Perú, Colombia y Uruguay. Este último (José Mujica) afirmó: «queremos que la bandera de la estrella solitaria (la de Cuba) esté con nosotros».
La ola a favor de la presencia cubana continuó en ascenso en junio de 2013 en la 43 Asamblea General de la OEA (Antigua, Guatemala) con insistentes llamamientos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Haití, Uruguay y Venezuela.
Tres meses más tarde prosiguió en la IV reunión ministerial Caricom-Cuba, en Saint George, Granada, donde los países caribeños fijaron la posición de la región ante la exclusión de Cuba de los encuentros hemisféricos.
Ese texto reafirmó «la posición inequívoca de la comunidad caribeña a favor de que Cuba asista a la VII Cumbre en Panamá, en un plano de igualdad soberana», postura ratificada a finales de 2014 en la Cumbre Caricom-Cuba.
Con el mismo propósito, los cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) acordaron en mayo de 2014 otro documento similar y fueron seguidos, al mes siguiente, por la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Todo ese empeño regional fue coronado con la invitación cursada a Cuba para asistir a la más reciente conferencia continental en Panamá (abril 2015), con una delegación encabezada por el presidente Raúl Castro, «sin condicionamientos y en un plano de igualdad soberana».
En la capital panameña se produjo el primer encuentro oficial entre los mandatarios cubano y estadounidense, que inició el proceso para el restablecimiento de las relaciones bilaterales, anunciado cuatro meses antes por ambos gobernantes.
Las presiones latinoamericanas y caribeñas alcanzaron así su primer objetivo y avanzarán ahora en busca de la meta principal: el levantamiento del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por Estados Unidos contra Cuba desde hace más de medio siglo.

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