Columnas

Pasó la payasada, quedan las consecuencias

«La Grilla en Rosa» de Fabio  (versión electa por el pueblo pensante)

Ya pasó la faramalla de elección judicial. Los resultados estaban tan decididos desde antes que se repartieron acordeones indicando, a quien pudiera entenderlo, cómo y por quienes votar. Como cada elección, la secta se dedicó a comprar débiles mentales para votar por ellos; el relleno de actas, de urnas y a perpetrar todas las trampas que se le conocen al partido que nació a partir de «luchar» contra un fraude que jamás existió en 2006.

Lo más ¿destacado? fue que el bebé geriátrico autor del berrinchito salió de su escondite a «votar», acordeón en mano, faltaba más, porque el muy tarado no entendió su propia bazofia. Soltó sus clásicas tonterías, que no pienso repetir.

Menos del 11 punto y algo por ciento del padrón participó en la farsa, y de eso se proyectaba que al menos tres millones de votos fueran nulos. Los jilgueros oficialistas esperaban que al menos 30 por ciento de participación, despreciando la inteligencia de los mexicanos ante una trampa muy anunciada. Las casillas lucieron vacías, pues a todo mundo le valió gorro el circo. Ah, pero para la encargada de despacho fue todo un éxito. Hay que ver lo que dice el diccionario de la marionetA en la palabra «éxito» (en una de esas dice «ser la consentida del presidente más corrupto y asesino de México»).

En cuanto a la Suprema Corte, se perfila un fanático pejista como el presidente, un bruto llamado Hugo Aguilar que, como su ídolo, lo primero que ha dicho es que no va a obedecer las leyes que no les gusten, entre ellas la de vestir propiamente como ministro, con la toga que por ley se exige a los ministros. Y que si lo obligan, «impulsará» -sin tener atribuciones- una reforma para que le den gusto.

De modo que tendremos a la sección 22 de la ley al frente de la que ya podemos llamar no Suprema Corte, con un imbécil que usa el paro de ser mixteco para saltarse leyes y mandatos, como si la etnia los hiciera diferentes y súperdotados. Benito Juárez siempre peleó contra tratar diferente a los indígenas: son mexicanos, y punto. Por eso cae chocante que este Lorenzo Rafáil con primaria trunca es quien se siente heredero de la lucha del hijo de Guelatao.

Del indito pasamos a la bola de payasos que conforman los demás ministerios: las tres ministras de bazofia y otros cinco de relleno. La cara misma de la inutilidad que será el aparato de justicia.

Finalmente, hay que recordar cómo se gestó esta payasada que ha hecho retroceder al país décadas y quién sabe cuánto va a costar con Estados Unidos y Canadá en el TMEC, pues la «reforma» del mesías viola todos los tratados firmados y por firmar: La SCJN era una oficina más de la presidencia con el cacarizo Arturo Zaldívar al frente; se dio el cambio a la ministra Norma Piña, y ella le puso orden a la aprobadera fast track de todo lo que llegaba de Palacio Nacional, bateándole sus contrarreformas electoral, eléctrica y otras más. El colmo para el ego frágil del asesino tabasqueño fue cuando la ministra no se levantó a aplaudirlo en la conmemoración de la Constitución Mexicana. De ahí vino la idea de la contrarreforma judicial, para vengar al pobrecito dictador del desplante de una maldita vieja independiente, inteligente y calzonuda que no le aplaudió.

El partido morenarco no tenía la mayoría necesaria en el Senado para sacar la reforma, y se pusieron a comprar a cuanto ‘opositor’ pudieron: una tal Araceli Saucedo, del PRD Michoacán, y José Sabino Herrera, una tripa traidora del PRD Tabasco; un imbécil campechano de Movimiento Ciudadano que dijo que le habían secuestrado al papá y, finalmente, la dupla padre-hijo de los Yunes de Veracruz. Estos dos, que tenían serios procesos judiciales en contra, fueron bendecidos, blanqueados, purificados y puestos con talquito en la bancada morenarca luego de traicionar al PAN y a sus votantes.

De ahí en adelante, la contrarreforma se fue como adiposa en tobogán, y sin leerla, analizarla, cambiarle algo, la aprobaron tanto diputados como senadores de la mayoría ilegal que obtuvieron en ambas cámaras; en una con chantajes y billetazos, en la otra torciendo la ley con ayuda del INE, que les dio a los morenarcos el 70 por ciento de los diputados cuando apenas rebasaron el 50 por ciento de votación.

Ilegal por donde se le vea, no hay nada qué celebrar con la payasada de elección judicial.

Hay que tener muy poquitita, y mucho menor cantidad de neuronas, para festejar este bodrio.

Twitter: twitter.com/Fabiocarton

Ver más opiniones de nuestros columnistas 

Síguenos en:
Facebook/NoticiasEnSintesis
Twitter@NsintesisMich

 

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba