Columnas

Marchas y dictadorzuelos en estéreo

«La Grilla en Rosa» de Fabio. -versión que está a punto de hacer su propia marcha-

Sepan cuantos esto leyeren que los jaliscienses tenemos un privilegio (¿privilegio?) medio carambas: resulta ser la gubernatura del estado es un espejo de lo que pasa en México Tenochtitlan a nivel nacional. Así es, amiguitos: como que se ponen de acuerdo para que el preciso estatal y el preciso nacional sean dos gotas de agua -puerca-, parecidos a cual más.

Todo comenzó con el síndrome del rancherito bruto para hablar y para todo lo demás, que logró conectar con la chinaca popular y llegar hasta arriba brincándose a la torera a los políticos de grilla añejada. Jalisco inauguró las hostilidades con Alberto Cárdenas Jiménez, un analfabeto funcional que salió de la presidencia municipal de Ciudad Guzmán para convertirse en un muy mal gobernador, el primero que tuvo el PAN en Jalisco.

En esas estábamos cuando a nivel nacional llegó el rancherito bruto para hablar y para todo lo demás, personificado acá por Vicente Fox, primer presidente del PAN. Huelga decir que a Jalisco y a México les fue p’al perro con esta dupla que no podía hablar sin faltas de ortografía, llenos de ocurrencias y de lo que el babas Cárdenas Jiménez llamó «novatadas», pues era la primera vez que estaban a cargo de algo tan grandote.

Las novatadas panistas en Jalisco se extendieron tres sexenios, que hartaron a hasta a laos jaliscosos más panistas porque los pitufos salieron más bravos para robar que los carrancistas. A nivel nacional, México nomás le aguantó dos sexenios al PAN antes de regresarle el poder a los dinos del PRI con Enrique Peña Nieto.

En Jalisco fue la misma historia: tras 18 años seguidos de raterías pitufas, volvió el Parque Jurásico encabezado por un dino de disfraz joven, Aristóteles Sandoval. Resultó todo un peñanietito: se vestía, hablaba y se peinaba igual que Peña, y nomás le faltó tener una actrizcita como esposa para ser igualito. También salió igual de transa que el chaparro de Atlacomulco.

Pues el PRI volvió a hartar al electorado, y que llegan dos mesías, uno de Movimiento Ciudadano (apoyado por el PAN más ultraderechista) a tierras tequileras y otro a darle en la madre al país. Son tan iguales que los distingue la calvicie de uno de ellos, nada más.

Porque son transas, derrochadores, hocicones, braveros, odian la crítica y la prensa, han metido a la nómina hasta a los cachorritos de su perro chihuahua, se creen infalibles y poseedores de la verdad única, insultan a su electorado, mayoritean sus iniciativas en el Congreso y no se les ven ganas de dejar el poder ya que se les acabe el veinte.

Los diferencia el hecho de que el bebé geriátrico se hace sus despilfarradoras marchitas del ardor para sobarse el ego y pretender opacar a la ciudadanía; en Jalisco, Enrique Alfaro hace sus marchitas en contra de ¡la Feria Internacional del Libro de Guadalajara! porque tiene un pleito casado con el fundador de la misma, Raúl Padilla, un personaje de discutible carrera e indiscutibles logros, como la FIL.

Hay mucho más que decir de estos dos, pero me seguiría hasta el año entrante. Baste decir que el libro «El Rey del Cash» revela que el mesías detesta a su minimí jalisciense porque no quiso unirse al partido Morenarco. Antes, comían del mismo plato.

En serio, Jalisco no se merece el honor de ser la caja de resonancia de los titulares idiotas de la Presidencia de lo que queda de la República. Que le pasen la distinción a otro estado, por fa.

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