Columnas

Los foquitos navideños como factor de la felicidad

«La Grilla en Rosa» de Fabio  (versión sin foquitos)

¿Ya sabían? Hay un nuevo modo de medir felicidad y recuperación, inventado por ese faro de la ignorancia que Macuspana tuvo a mal dar al mundo. Así es, amiguitos: si hay foquitos de Navidad después de un huracán devastador, entonces quiere decir que la recuperación llegó por fin a su hogar.

Suena estúpido, ¿verdad? Bueno, pues así, sin anestesia ni salivita, la soltó el Iluminado este miércoles. Tras una visita a Acapulco (a su estilo, viendo de lejecitos y desde un helicóptero las colonias acapulqueñas en las que se ha ganado una plétora de mentadas de madre muy merecidas por deshumanizado y negligente), el corrupto número uno de la Nación dijo que todo se ve muy chido porque ya hay foquitos de Navidad y por eso, de acuerdo a su razonamiento, todo está en orden luego de la destrucción dejada por «Otis».

Su muy poca progenitora hacia los guerrerenses sólo se equipara a la que ha mostrado en las recientes -porque son muchas ya- masacres de jóvenes que se han dado en Jalisco y Guanajuato, en las que lo primero que dice es que andaban comprando o consumiendo drogas en vez de mostrar medio gramo de empatía con los muertos que deja su «abrazos, no balazos».

Tanta insistencia con las drogas me hacen pensar que ha de haber sorprendido a su gordinflón hijo menor ahora consumiendo algún tóxico. No se olvide que gracias al Chocoflan le prohibió a todo México los vapers, luego de que el nene estuvo vapeando en Palacio Nacional y fue grabado en video. El nenuco ya ha sido grabado chupando y yendo a discos como gente grande, lo que por suerte no terminó en decreto para prohibirnos el alcohol ni en el cierre de antros.

Volviendo al tema, ¿cuántos muertos más se necesitan para que reaccionen los comprados por los chayotes del bienestar para votar por el partido morenarco? A esos pónganles foquitos, pero en las neuronas, para que se espabilen.

UN DATO

Desde las oficinas que tiene la Pelona en este gobierno, nos informan que ya son casi 170 mil, más exactamente 169 526 hasta el momento del conteo más los que se hayan acumulado hasta ahora, los muertos por homicidios violentos en este sexenio. Promedian 93 muertos al día. Y eso en apenas cinco años de chiquear narcos de parte del mesías y su secta. Vaya logro, ¿no?

En comparación, en los seis años de Felipe calderón fueron cadavereados 95 646 mexicanos en todo el sexenio, mientras que con Quique Peña Nieto la cifra, también escandalosa, pero aún así menor, fue de 120 437 difuntos en seis años.

Ah, pero no le digan eso al mesías, que le echa la culpa de sus muertos por estar asociado con los narcos a Calderón.

SE RECIBE CASCAJO

Los priíistas no cambian: todo aquel al que a su muy particular parecer no le hizo justicia la Revolución con un puesto en el siguiente sexenio enseguida arma un pancho y en medio de un berrinche anuncia que se va al partido donde sí lo aprecian y le van a dar hueso, aunque en el trance se traguen todos las palabras e insultos que hayan dicho de ese partido.

Así se la aventaron esta semana el alcalde de Cuajimalpa, un advenedizo llamado Adrián Ruvalcaba, el ex gobernador de EdoMex Eruviel Ávila y el disléxico ex góber oaxaqueño Alejandro Murat, entre más sobras de lo que queda del tricolor, que se fueron a rezarle a Santa Vitola Sheinbaum para seguir tragando con manteca en el sexenio que viene.

Lo curioso es cómo, antes, Eruviel Ávila era el ejemplo vivo de la corrupción de los tricolores, que decía que Claudia Sheinbaum es ojo de ballena y echa agua por el ese y otras lindezas. Pero, ¡oh, sorpresa!, una vez pasado al lado oscuro de las Fuerzas Vivas, a los chairos y su poco nivel les dejaron hacer maromas de grado mil de dificultad para justificar y hablar bien de Eruviel y los otros traidores a la democracia y al país que con él llegaron a la secta de adoración al pejestorio.

Si alguna vez, hace varios años, celebramos la caída del ex todopoderoso partido, ahora vemos cómo sale de la tumba meneando la cabecita pero pintadito de guinda. Cosas veredes, Sancho, que farán fablar a las piedras…

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