Columnas

Lecciones de la elección de Estados Unidos

Jaime Darío Oseguera Méndez

Las elecciones de esta semana en los Estados Unidos para renovar el Senado, la mayoría de la Cámara de Representantes y dos terceras partes de las gubernaturas aún no están completamente definidas. Hay todavía una gran expectativa por el resultado.
Hace unas semanas en este mismo espacio, escribimos que serían unas elecciones cerradas, con un alto nivel de debate y polarización y en medio de las aspiraciones de Donald Trump por volver a lanzar su candidatura a la Presidencia.
Un día después de la elección, no hay resultados finales pero se observan tendencias muy definidas que nos permiten obtener varias lecciones de las elecciones en Estados Unidos.
Sigo sosteniendo que el sistema electoral arcaico, artesanal y primitivo de los Estados Unidos a pesar de todo es funcional. No sabemos por cuanto tiempo más. En general, las reglas del orden político no deberían calificarse a partir de qué mayoría las propone, porque las normas deberían ordenar las relaciones entre los diferentes protagonistas y, en el fondo deben servir para que los ciudadanos vivan mejor.
Hoy en el debate del público estadunidense, hay muchas voces que cuestionan el proceso y resultados electorales en aquel país. Cada vez tienen menos legitimidad las elecciones y eso es un grave riesgo para el juego democrático. De hecho ganaron muchos de los llamados “negacionistas” que son aquellos que siguen argumentando que Biden no le ganó a Trump en la elección del 2020.
La confianza en las instituciones electorales es central para el desarrollo democrático y, como consecuencia para la estabilidad de los países.
No es con menos, sino con más fortaleza institucional como se puede controlar el descontento y la incertidumbre posterior a las elecciones. No hacerlo puede resultar demasiado caro. Por un lado porque los agentes económicos no entran de lleno a tomar sus decisiones mientas haya debate político estridente; gritos y sombrerazos que no permiten ver con quien hacer convenios.
Un país no puede permanecer eternamente en la disputa electoral. De hecho, la lección central de este proceso es que al día siguiente de las votaciones, debería exhibirse el resultado y se acabó, a trabajar todo el mundo. Mientras más dure la disputa, más costoso en términos económicos va a resultar para un país. Se retrasas las decisiones y las inversiones; disminuyen los incentivos positivos y se vuelve costosa la decisión política.
Otra gran lección es que están perdiendo los partidos en el gobierno.
Independientemente de la popularidad de sus líderes, los gobiernos no responden a las expectativas de los votantes y tienden a perder. Acaba de suceder en Colombia, Brasil y en los Estados Unidos. El ciudadano enterado rechaza la falta de resultados.
Hay un gran descontento respecto de la inflación y la falta de crecimiento económico en los Estados Unidos. No se han podido recuperar a los niveles previos a la pandemia y eso lo explota muy bien Trump que en realidad ha sido un mejor opositor que gobernante. Trump es oposición hasta en su propio gobierno.
Allá influyen de manera muy importante los temas migratorios. Los demócratas han perdido en muchos de los Estados donde el fenómeno migratorio es un tema de división política. Se pone de moda el discurso antiinmigrante que es antimexicano por definición.
Los republicanos tampoco arrasaron como ellos mismos pensaban. Hay versiones de que el Partido Republicano pidió a Trump no lanzar su candidatura Presidencial del 2024 por temor a que eso les quitara votos.
Es muy probable que los demócratas conserven el control del Senado y los republicanos la Cámara de Representantes con lo que el sistema de equilibrios legislativos obliga a negociaciones, evitando que una sola voz decida desde el ejecutivo. Siempre es mejor la versión de muchos que la represión de todos.
Otra lección: Estados Unidos termina siendo un país profundamente polarizado por motivos raciales, económicos y ahora marcadamente políticos.
Es una sociedad dividida, no el paraíso de la libertad y el albedrío. Son tan cerrados los resultados electorales, que pueden derivar en violencia por motivos raciales o migratorios. Es un polvorín.
El gran tema será saber si los republicanos como partido, están suficientemente fuertes para impedir que se imponga Donald Trump como su candidato. Porque la lógica de la elección de esta semana es que una buena parte del electorado puede pedir inclinarse hacia el Partido Republicano, (el GOP Great Old Party por sus siglas en inglés), pero no necesariamente con Trump a la cabeza.
Muchos analistas dicen que el triunfo del Partido Republicano se ve inminente y en realidad ahora lo que hay que impedir es que Trump encabece esa candidatura. Los ricos también lloran.
Hay un libro maravilloso que explica los riesgos de la democracia en Estados Unidos y el mundo, que los profesores Levitsky y Ziblatt denominaron “Cómo mueren las democracias” hablan del riesgo que representa la llegada de demagogos a los gobiernos por la vía electoral, democráticamente, porque una vez en el poder, desde sus facultades y atribuciones “utilizan las propias instituciones de la democracia de manera gradual, sutil e incluso legal para liquidarla”.
Ese es el riesgo que ellos, desde su propia cultura, perciben con el eventual regreso de Donald Trump al poder y estarán muy cerca si el Partido Republicano domina ambas Cámaras. Esperemos los resultados.
Rematamos con la reflexión de Levitsky y Ziblatt: “La debilidad de nuestras normas democráticas provoca una polarización partidista extrema, una polarización que sobrepasa las diferencias políticas y entronca con un conflicto existencial, racial y cultural… y si algo claro se infiere del estudio de las quiebras democráticas en el transcurso de la historia, es que la polarización extrema puede acabar con la democracia.”
Bien podría ser otra lección, de la elección gringa.
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