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La fábula del tontito y el sordito que hace chistes

«La Grilla en Rosa» de Fabio  (versión a la que si le llega el agua al tinaco, no como a Ebrard)

Había una vez un tipo que se creía presidenciable. Ese tipo que se creía presidenciable en alguna ocasión tuvo que competir por la candidatura contra un contrincante que ya había perdido la elección presidencial y que nunca lo admitió; el tipo que se creía presidenciable salió mejor calificado en ese tiempo, pero el tipo que perdió y nunca lo admitió amenazó con hacer uno de sus proverbiales berrinches, y por eso el tipo que se creía presidenciable lo dejó ser él quien compitiera como candidato.

El tipo que nunca admitió que perdió y el tipo que se creía presidenciable tuvieron un acuerdo: que en la próxima elección presidencial, el tipo que se creía presidenciable sería ungido por el Santo Dedo. El tipo que se creía presidenciable también se creyó que el tipo que nunca admitió que perdió respetaría su pacto político.

El momento de cumplir la promesa llegó, como llegan todos los momentos de cumplir los compromisos. Entonces, el tipo que se creía presidenciable demandó que cumpliera su parte del pacto, pero el tipo que nunca admitió que perdió ya tenía un plan que no admitía al tipo que se creía presidenciable, si no a una títere que lo copia hasta en el modo de digerir. Al tipo que se creía presidenciable no le quedó otra más que aceptar una charada de proceso de elección que siempre estuvo a favor de la títere que copia al tipo que nunca admitió que perdió.

Conforme avanzó el proceso amañado de selección del candidato oficialista se fue desvelando el descaro en la preferencia hacia la títere que copia. Eso enojó al tipo que se creía presidenciable, pues le dejó claro que el tipo que nunca admitió que perdió le había visto la cara y que no cumpliría la promesa que le hizo.

A éste no le sirvió arrastrarse ante el tipo que nunca admitió que perdió buscando así el dedazo deseado. Ni prometer crear la Secretaría de la Obra del Tipo que Nunca Admitió que Perdió, dirigida por el hijo que nunca trabajó del tipo que nunca admitió que perdió, para mayor honra de su legado y memoria.

Cansado de que ni humillándose el sentido del dedazo cambiaría, el tipo que se creía presidenciable se quejó en público de la simulación de proceso de elección de candidato e indirectamente dijo que eso era culpa del tipo que nunca admitió que perdió.

La títere que copia salió a negar que ella era ya la elegida, copiando la negación de la realidad y de las evidencias que le enseñó el tipo que nunca aceptó que perdió. Con eso sólo confirmó lo dicho por el tipo que se creía presidenciable, quien se metió en un brete porque ahora, o se sale de la secta de adoración del tipo que nunca aceptó que perdió y se va a otro partido y compite contra la títere que copia, o se queda a seguir siendo humillado y a esperar sentadito a que le cumplan lo que le prometieron, cosa que nunca va a suceder.

El tipo que se creía presidenciable aprendió así que el tipo que nunca aprendió que perdió nunca cumple nada, y que sólo usa a la gente en su provecho y beneficio, para luego desecharla. Nunca confíes en un tipo que nunca admitió que perdió.

EL SORDO QUE NO SE DISCULPA

Todos lo vimos, los videos lo demuestran: el Iluminado se negó a responder nada del caso del asesinato de cinco muchachos en Lagos de Moreno, Jalisco; se hizo el sordo, literalmente, al poner las manos en las orejas haciendo como que no escuchaba, contó lo que pretendió ser un chiste, y se largó a tragar para mantener esa panza garnachera resultado de tragar gratis casi cinco años.

¿Pues qué creen? Ahora resulta que vimos y oímos visiones, que el Estadista no escuchó porque la acústica es muy mala en el Mentirosum, el Salón de la Eterna Difamación y no oyó los muchos gritos de los reporteros de a devis que le pedían dijera algo del terrible caso de asesinato por el narco.

El muy hijo de perra (disculpen mi alemán tan fluido) dijo que él no hizo nada, que no se disculparía y que todo lo manipuló (¡¡¡¡!!!) esa oposición tan chambona que no halla la mejor manera de obstaculizar a Xóchitl Gálvez y, por tanto, él es la pobre víctima de las insidias de quienes estamos contra u montaña de narcocorruptelas.

El mesías y sus minions no se dieron cuenta de que el gesto del sordito ya marcó esta especie de sexenio de ensalzamiento de la corrupción y del control del narco sobre el país con tal de que el mesías siga en el poder.

Están todavía más tontos que Marcelo Ebrard.

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