Columnas

¿Funciona el elevador social?. Por Salvador García Espinosa

El Derecho a la Ciudad

(Primera de dos partes)

La educación se considera como uno de los mecanismos más poderosos para propiciar la mayor movilidad social. Este principio es el sustento de las políticas públicas relacionadas con el acceso gratuito a la educación. Los resultados en diversos estudios indican que las generaciones recientes en México presentan una mayor escolaridad que sus padres, y que existe una relación positiva entre el número de años de educación, el ingreso y el bienestar.

 

Hace apenas dos generaciones, un título universitario resultaba suficiente para obtener un ingreso que permitía garantizar un bienestar familiar; en la actualidad es evidente que obtienen un mayor ingreso quienes estudian una carrera universitaria, con respecto a los jóvenes que sólo estudian bachillerato. En otras palabras, el principal elevador social, hoy en México, son las universidades.

 

Sin embargo, este “elevador” social en ocasiones se cuestiona por su lentitud o efectividad, tal vez porque se compara con aquellas actividades ilícitas, como el narcotráfico u otras que propician una aparente mayor movilidad social de forma inmediata, aunque efímera. Por esta y otras razones, considero que la manera de fortalecer la movilidad social, a través de la educación, es fortaleciendo la correcta vinculación y pertinencia entre las carreras universitarias y el contexto económico.

 

Ser consecuentes con esta visión no implica necesariamente reducir la función de las universidades a la generación de mano de obra calificada, pero en contraposición, tampoco se pueden o deben diseñar programas educativos ignorando la realidad productiva del entorno, sobre todo porque fundamentalmente esto se traducirá en una mejor inserción del profesionista en el mercado laboral, y es aquí donde la movilidad social es inherente a la competitividad urbana. Como muestra de esta afirmación, con la intención de medir y entender qué factores específicos convierten a una ciudad atractiva para el talento y la inversión, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), año con año realiza el Índice de Competitividad Urbana (ICU) con base en 10 subíndices, en los que se clasifican y ordenan más de 60 variables elegidas, de entre las cuales destacan las que corresponden a la Educación.

 

Bajo este contexto, los factores relacionados con la Educación, que inciden en la competitividad de una ciudad, van desde la cobertura educativa, el grado de escolaridad promedio, los cambios de residencia en la población altamente calificada, la brecha de género, es decir la cantidad de mujeres y hombres en la población económicamente activa (PEA), la equidad salarial o el diferencial entre el ingreso promedio de las mujeres y de los hombres, el porcentaje de mujeres que estudian. Otros aspectos derivados o fuertemente condicionados por el factor educativo son el salario mensual de trabajadores de tiempo completo, la desigualdad salarial (coeficiente de Gini), porcentaje de la población ocupada sin ingresos, porcentajes de informalidad laboral.

 

Un primer aspecto relevante, con base en datos de la Encuesta Nacional de ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, es que un joven que decide estudiar una carrera, cuando se vuelve profesionista recibe en promedio un ingreso mensual 78% más alto en comparación con los jóvenes que sólo cursaron preparatoria. En este sentido, no hay duda de que la mejor decisión que un joven puede tomar es estudiar una carrera universitaria.

 

Indiscutiblemente que no todos los jóvenes tienen acceso a una educación universitaria, esto es porque estudiar una carrera requiere de una inversión en tiempo, dinero y esfuerzo por cinco años. Pero las carreras tienen diferentes costos y perspectivas laborales para sus egresados, que es importante que se tomen en cuenta para tomar una mejor decisión, al considerar no solo intereses y aptitudes, sino también aspectos del panorama económico que enfrentarán, de hecho, hay una radical diferencia entre estudiar en una universidad pública y una privada.

 

En el caso de las universidades públicas, las carreras profesionales con mayor tasa de retorno son: Ciencias políticas (11.6%), Medicina (11,5%), Minería y extracción (11.2%), Arquitectura (10.8%), Ciencias ambientales (10.8%), Ingeniería civil (10.7%), y las de menor tasa de retorno: Trabajo social (5.5%), Criminología (7.3%), Rehabilitación física (7.3%), Literatura (7.5%), Formación docente para educación inicial (7.6%).

 

Para quienes estudian en universidades privadas, las carreras con mayor tasa de retorno son: Formación docente para primaria (6.5%), Formación docente para media superior (5.9%), Ciencias de la comunicación (5.6%), Ciencias ambientales (5.0%), Ingeniería eléctrica (4.8%) Ciencias de la educación (4.5%), Ingeniería industrial (4.2%), Criminología (4.2%), Arquitectura (4.1%), Contabilidad (3.9%). En contraste, entre las de menor tasa de retorno se ubican: Rehabilitación física (0%), Literatura (0.3%), Producción agrícola (0.5%), Orientación educativa (0.9%), Enfermería (0.9%), Ingeniería química (1.4%), Química (1.8%) y Psicología (1.9%).

 

De 53 carreras contempladas en el estudio desarrollado por el IMCO, las más demandadas son: Administración de empresas, Derecho, Contabilidad, Formación docente para primaria, Ciencias de la computación, Psicología, Enfermería, Ingeniería industrial, Ciencias de la educación, Medicina. Coincidirá, amable lector, en que no existen sorpresas sobre las carreras en las que existe mayor matrícula. Sin embargo, sí contrastan cuando se analizan las carreras consideradas como mejor pagadas, de entre las que destaca Minería y extracción, como la número uno, seguidas de Finanzas, Salud Pública, Física, Música y artes escénicas, Ciencias de la Tierra, Medicina, Ciencias ambientales, Ingenierías de vehículos de motor (barcos y aeronaves).

 

Resulta relevante observar que el porcentaje de aceptación que presentan las carreras con mayor demanda en universidades públicas, está muy por debajo de la meta de cobertura educativa establecida; por ejemplo, para el caso de la carrera de Medicina es de tan sólo 14.4% del total de aspirantes; en la carrera de Odontología se admite al 28.2% del total que desea ingresar; de las carreras con menor porcentaje de aceptación se ubican: Veterinaria (31.3%), Arquitectura (32.5%), Literatura (34.0%), Enfermería (35.6%), Ciencias políticas (42.5%), Psicología (42.6%), Comunicación y periodismo (45.4%) y Biología (46%).

 

Continuará…

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