Un gobernante demócrata, en términos generales, busca la consolidación de elementos estructurales democráticos para que el Estado-nación(es) que gobierna, progrese, por ejemplo:
- Busca que se mantengan y fortalezcan las instituciones democráticas;
- Respeta la división de poderes;
- Respeta los contrapesos de gobierno y las reglas de transparencia;
- Respeta a los organismos que controlan y supervisan el ejercicio del poder;
- Respeta a los organismos que organizan, vigilan y califican imparcial y transparentemente las elecciones;
- Respeta la libertad de expresión y a los medios y periodistas cuya visión no es igual a la suya;
- Respeta los derechos humanos, consagrados en leyes nacionales y en convenios y tratados internacionales.
Si bien la democracia no es una varita mágica, el demócrata tiene una visión de avanzada: piensa en un, “ustedes y nosotros”, y deja para segundo plano las tentaciones de pensar en un, “yo, mi Partido o mi grupo político”.
Por su parte, el gobernante autócrata, en términos generales, busca controlar elementos estructurales, muy lejos de ser democráticos, por ejemplo:
- Trabaja para concentrar el poder, de tal forma que sus decisiones y acciones no estén sujetas, ni a restricciones legales, ni a mecanismos regulatorios del poder;
- Trabaja para debilitar o controlar las instituciones democráticas; las que generan contrapesos para evitar el abuso del poder;
- Intimida a los integrantes de las instituciones democráticas, usando mecanismos represivos de procuración de justicia o fiscalización;
- Intenta silenciar las voces de medios o periodistas que le resultan incómodos;
- Suele ser populista, porque las narrativas y discursos populistas, maquillan la autocracia.
- Le molesta reconocer y respetar los derechos humanos.
Para que un autócrata se instaure con poderes como los que anhela, se requiere que sea arrojado y con vocación de tirano, además, que las personas tengan vocación de siervos, para que solo estiren la mano y reciban prebendas.
Para que un demócrata se instaure, se requiere un gobernante que reconozca el lugar y el tiempo que ocupa en un mundo globalizado, en donde los derechos humanos y las libertades existen y se respetan, y en donde no hay siervos que solo den votos, sino ciudadanos que con su voz hacen más fecundo el suelo de la democracia.
Me parece que es muy importante reconocer las diferencias entre un demócrata y un autócrata, a propósito de la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en México el fin de semana recién pasado, en donde los presidentes autócratas de Venezuela y Cuba fracasaron y fueron exhibidos por los presidentes de Paraguay, Colombia, Uruguay y Ecuador los cuales, con sus posicionamientos, desnudaron a los “reyes” autócratas.
A los presidentes de Venezuela y Cuba les dijeron, en sesión plenaria, que no avalan sus gobiernos, porque violentan los derechos humanos y tienen en la miseria a sus pueblos.
¿Mienten los presidentes de Paraguay, Colombia, Uruguay y Colombia? No. No mienten.
Pero los autócratas son así; no reconocen y violan los derechos humanos y las libertades, pero no lo podrán apreciar porque caminan como reyes desnudos, embriagados de ego, loas y confetis que avientan sus lacayos.
El Gobierno de México ha venido recibiendo a los presidentes de Cuba y Venezuela y con frecuencia da la cara por ellos, es más, les da trato de demócratas. De hecho, los pone como “ejemplos” de gobernantes que procuran la igualdad entre su gente.
No cabe duda, la CELAC en México fue una clase de Ciencia Política; reunió en una misma mesa, a demócratas y autócratas, pero fue más allá de teoría.