Aproximación a la idea de cultura política
Yurisha Andrade Morales*
Sin ser especialista en el tema comparto la reflexión siguiente sobre lo que en el lenguaje electoral se alude recurrentemente bajo la expresión “cultura política” que lleva a preguntarnos qué entendemos por ella. La teoría nos dice que el concepto fue acuñado en la escuela conductista de Gabriel Almond y Sidney Verba (1963), en la etapa posterior a la segunda guerra mundial y al analizarse los dos modelos de organización política que caracterizan a la mayoría de los países del mundo: los de corte autoritario y los que se reconocen como democráticos. Veamos.
Visto de manera genérica y con una aproximación inicial, los países con sistemas autoritarios colocan a los individuos en condición de receptores de mensajes y destinatarios de roles preconcebidos, casi en condición de súbditos; mientras que los democráticos promueven la apertura de espacios y la participación incluyente de todos los grupos sociales, además de promover el respeto a los elementos que los identifican y cohesionan, así como el reconocimiento y ampliación permanente de sus derechos.
La noción de “cultura política”, desarrollada por múltiples autores como Robert Dahl, coinciden con diversos matices, en que se refiere a las formas y orientaciones que permiten a las personas y a los grupos a los que pertenecen entender y correlacionarse con la política. Son sus enfoques particulares para analizar el funcionamiento de las instituciones, del gobierno, para detectar los problemas sociales y para demandar soluciones, así como para definir las estrategias de acción colectiva.
El concepto incluye diversos rasgos arraigados en las sociedades y en los grupos que las componen, abarca valores, actitudes y creencias, rasgos históricos, raciales y demográficos. Es a partir de la suma de todos estos elementos que se construye una cultura específica de cada país que la distingue en el concierto de las naciones, pero también es una realidad que dentro de cada país coexisten subculturas, propias de los grupos, que hoy nos permiten, incluso, visualizar la complejidad social generada por la interrelación de identidades de grupos tradicionales y otros que son más modernos. Michoacán es un ejemplo de cómo nuestra sociedad coexiste con una sólida tradición de los pueblos históricos y de los grupos de jóvenes hoy, que se integran a partir de la innovación y avance de las tecnologías y el uso intensivo de las redes sociales.
Asimilar y promover una cultura política es responsabilidad compartida por todos, dado que nos facilita la comunicación y la integración comunitaria y la específica de los grupos, respetando las diferencias y la diversidad, pero buscando encontrar coincidencias que permitan armonizar el funcionamiento de los diversos componentes de nuestras organizaciones estatales. Además, es relevante porque las personas logran compartir una percepción de por qué las instituciones y los gobiernos funcionan de una u otra manera y de cómo se deben comportar frente a ellos, qué rendimientos exigirles y qué apoyos brindarles.
México tiene una cultura nacional forjada al amparo de un Estado con rasgos autoritarios que avanza paulatinamente hacia una democratización más amplia. Nuestra composición social indica que tenemos numerosos grupos étnicos que poseen hábitos, reglas y costumbres propias, sus relaciones internas de poder y la forma específica en la que participan en política. El sistema mexicano ha logrado pervivir con largas duraciones de partidos en el poder por las instituciones construidas, por los acuerdos cupulares de los actores políticos y por una cultura tradicional con un fuerte discurso muchas veces populista y la implementación de programas que promueven soluciones a las problemáticas, como son los programas sociales, que se traducen en apoyos de los grupos para legitimar a los propios gobiernos.
El reto sigue siendo la construcción de una cultura política con una ciudadanía más participativa y capacitada para controlar el ejercicio del poder y la defensa de sus derechos. Es un tema que igual exige sujetar el comportamiento de quienes integran las instituciones a un marco de ética pública y al cumplimiento de responsabilidades y rendición de cuentas. Las autoridades electorales hemos realizado esfuerzos importantes en esa dirección, pero reconozco que aún son insuficientes y que se requieren impulsos compartidos con todos.
*Magistrada del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán
@YurishaAndrade
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